lunes, 5 de febrero de 2018

Café, mantas y ... ¿¡UN LIBRO PARA NIÑOS!?


«Significados más profundos residen en los cuentos de hadas que me contaron en mi niñez que en la verdad enseñada por la vida».
Friedrich Schiller


Tan vergonzoso como para un adolescente comprar condones, es para los jóvenes y adultos leer literatura infantil. Lo más paradójico es que para ambos el fin es similar y resumido en el famoso dulcis et utile.

Mucha tinta se ha ocupado en explicar las ventajas que tiene la literatura en los niños, pero ¿qué pasaría si adultos o jóvenes-adultos leyéramos los mismos textos que ellos leen (o que nosotros les hacemos leer, mejor dicho)? No por ser mayores vamos a tener menor ganancia, el problema es atrevernos a buscar esa ganancia.

"Este blogger está mal, no hay nada que aprender de los cuentos infantiles", podrían aclamar algunos, pero citando a la película the cat in the hat, "¡no solo estás equivocado, sino que eres estúpido!". Hay dos tipos de ventajas en leer libros para niños: una práctica y otra cognitiva (esta última es como la mugre a la uña, la obtienes tras un poco de trabajo).

Comencemos por lo primero, y veamos el aspecto pragmático: la viabilidad temporal, la apreciación estética, y la facilidad de internalización:

1. Los textos infantiles suelen ser cortos. Si tienes poco tiempo por tu trabajo, o si tienes que hacer un viaje corto, puedes tomarte el tiempo de leer (en secreto, posiblemente) uno de estos libritos. Pero además es de gran ventaja para nuestra pobre concentración, ya que con suerte tenemos entre 13 a 15 minutos de atención de alta calidad (Jensen, 2005);

2. Los textos infantiles favorecen un trato literario más activo que pasivo (McDowell, 1973), o sea que puede existir un dialogo más cercano entre texto y lector;

3. El lenguaje de estas narraciones suele ser hermoso y rítmico (Pullman, 2005), por lo que nos puede mantener cautivos en la apreciación fonética;

4. Además, el vocabulario suele ser más simple que el de las novelas "serias" (Stephens, 1992, citado en Hunt, 2006), así que es fácil entenderlas y sacar las ideas. Lo cual es bastante importante para aquellos que no estén acostumbrados a la lectura.



Ahora vamos a lo más complicado, pero a la vez más útil: la ventaja cognitiva. Este aspecto es esencial para desmantelar la idea a la que Lewis se mostraba descontento, i.e. la presuntuosa idea de que "debemos apreciar lo adulto porque es de adulto, y avergonzarnos de ser infantiles". Los textos infantiles son, a mi parecer, una de las más grandes fuentes de sabiduría. Los cuentos para niños son a la literatura lo que los aforismos a la filosofía; puede que no presenten una línea compleja y continua de pensamientos, pero ambos nos llevan, si son bien leídos, a la reflexión. Difícilmente uno podría argumentar a esto. Incluso, en la crítica hecha por la Dra. Joy ("we treasure the books that evoke that which the adult world lacks and we wish it contains") se puede llevar esto un paso más adelante; los escritores de literatura infantil son adultos, y muchos de ellos representan el mundo como lo desearían, dice, y agrega que los adultos leen estos tipos de escritos para apartarse de la amargura de la realidad, pero ¿es ésto algo negativo? ¿debemos acaso arrojarnos al abismo que estábamos mirando porque ya nos ardían los ojos debido al abismo que nos miraba a nosotros también? ¿debemos hacernos bolita y llorar? Ya Tolkien había abordado este tema en su ensayo sobre cuentos de hadas, pero mi respuesta es algo distinta. A través de los textos infantiles nosotros no solo podemos olvidarnos temporalmente sobre los pesares de la (pos)modernidad, sino que debemos ir un paso más lejos y respondernos ¿cómo es mi reacción ante esto, y cómo puedo cambiar la amargura sobre la que trató? Solo a través de la lectura y reflexión de estos escritos nosotros podemos tener ganancias útiles en la vida.

Si aún no estás satisfecho con estas ventajas porque piensas que los temas tratados en estos textos son de menor calidad, es necesario recordar lo que escribió Babbitt: las emociones que encontramos en los textos para niños y adolescentes no son necesariamente relacionadas con emociones diferentes o simples, "no existe, de hecho, tal cosa como una emoción exclusiva del adulto, ¡y la literatura infantil trata sobre todas ellas!" (1973 citado en Hunt, 2006).

Yo creo que una de las razones por la que las personas creen disgustar y critica la literatura infantil es porque es más optimista que la adulta (McDowell, 1973), pero no significa por ello que sea de menor valor. Como dijo Gaiman “tenemos la obligación de hacer las cosas hermosas. No de dejar las cosas más feas de como las encontramos, no vaciar los océanos. […] tenemos la obligación de no dejar a nuestros niños un mundo que hemos miopemente echado a perder” (2013). Aquí se reconoce nuestro error de ser lo bastante miopes como para no ver “the bright side of death” como cantaría Monty Python, o de darse cuenta de que debajo de proto existencialismo sombrío de Dostoievski existe un optimismo redentor.

Por último, quiero adelantar el problema de la semana entrante: los problemas de la sabiduría de los cuentos para niños (no creas que todo libro sirve). Existen a mi parecer dos problemas básicos relacionados con el cómo encontrar la sabiduría necesaria en estos textos. Por parte primera un problema axiológico: ¿cómo determinar el valor que me puede dar una obra infantil?; el segundo es un problema metódico: ¿qué hacer con este conocimiento; cómo implementarlo en mi vida? Pienso que aquí radica lo importante de la literatura infantil, y de por qué somos tan huraños con la literatura infantil... las lecturas de estos textos reflejan nuestras fallas en la vida, y al no saber (o creer no saber) cómo —o siquiera si debería— intentar cambiar esos puntos en la vida.

No existe mejor conclusión que citando una ingeniosa frase de Peter Hunt: decir que la literatura adulta es mejor que la infantil es “decir que una manzana es una naranja inadecuada porque es verde, y que de cualquier forma las naranjas son innatamente superiores”. La literatura para niños ha sido vista a huevo por la costumbre pomposa y snob de los académicos y de sus émulos. En lo personal disfruto tanto leer el Fausto de Goethe como leer los libros de Dr. Seuss. Así que piensa en lo que leíste, y agarra un libro para niños y ¡léelo!

Referencias (no APA esta vez):
Gaiman, N. (2013). Why our future depends on libraries, reading and daydreaming. The Guardian, 15.
Hunt, P. (Ed.). (2006). Understanding children's literature. Routledge.
Jensen, E. (2005). Teaching with the brain in mind. ASCD.
McDowell, M. (1973). Fiction for children and adults: some essential differences. Children's Literature in Education, 4(1), 50-63.
Pullman, P. (2005). Award Lecture. Retrieved from: http://www.alma.se/upload/10818/Award%20Lecture%20by%20Philip%20Pullman.pdf

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